Historia General del Pueblo Dominicano Tomo VI
496 Los diez años de gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, 1986-1996 señaló que las irregularidades no eran tan significativas como para hacer variar los re- sultados. Ver Rosario Espinal, «Conflictos electorales, reformas políticas y proceso de- mocrático en la República Dominicana», en Ramonina Brea, Rosario Espinal y Fernando Valerio Holguín (eds.), La República Dominicana en el umbral del siglo XXI , Santo Domingo, 1999, p. 285. 28 Veamos algunos titulares de prensa de ese momento: 1) «Persiste la crisis en suministro de azúcar», El Siglo , 4 de agosto de 1990; 2) «Inespre distribuye azúcar a 524 colmados de la capital», El Siglo , 20 de agosto de 1990; 3) «El aceite de soya subió 100 %», El Siglo , 10 de agosto de 1990; 4) «Regístrase alza de 100 % en productos veterinarios», El Siglo , 16 de agosto de 1990; 5) «Continúa crisis del gasoil, mejora suministro de gasolina. El gasoil prácticamente desapreció de la mayoría de establecimientos de expendio. No obstante, el abastecimiento de gasolina mejoró notablemente en relación con el día anterior», El Siglo , 2 de agosto de 1990; 6) «Se acabó el azúcar en Santiago… amas de casa buscan la miel de abeja como sustituto», El Siglo , 1º. de agosto de 1990; 7) «Cierran 1,600 panaderías porque no hay harina… se calculaba que en el país había 1,800 panaderías de las cuales 1,600 han paralizado sus operaciones», El Siglo , 2 de agosto de 1990. 29 «El presidente Balaguer escuchó pacientemente mis explicaciones sin emitir ningún gesto corporal, la única interrupción que hizo fue cuando dije que el mercado de divisas estaba “atomizado”, y me pidió que repitiera la palabra. Cuando terminé mi exposición, el presidente cambió radicalmente. Se puso de pie colérico y con voz firma me incriminó, señalándome con el dedo acusador. Me dijo que yo era culpable de la situación por la que atravesaba el país, pues había sido el artífice de los acuerdos con el Fondo Monetario, que tantas desgracias habían traído a nuestra Nación. Luego se sentó y de pronto reinó el silencio en el salón de conferencia de la tercera planta del Palacio Nacional. Había asistido a la reunión con el mejor deseo de ayudar a Balaguer, pues era en esos momentos el Presidente de la Nación, y por tanto, ayudándolo a él ayudaba a todos los domini- canos. Además, consideré injusta la acusación que me hacía pues precisamente había recomendado negociar con el FMI en 1982, porque consideré que era la mejor forma de contribuir al mantenimiento de la estabilidad económica del país, pues los acuerdos con el Fondo obligan a los gobiernos a ser austeros y comedidos en el gasto público, que es la clave para lograr la estabilidad, y con ello, controlar los pecios. Además, con sus políticas económicas, el FMI también nos obligaba a ser más cautelosos con el endeuda- miento externo. Por esta razón levanté la mano discretamente para solicitarle la palabra nuevamente a monseñor Núñez Collado. En ese momento sentí que el empresario que tenía a mi lado me apretó el brazo en señal de que me quedara callado, pues temía que el Presidente se irritara aún más. Sin embargo, insistí en mis propósitos y monseñor me dio la palabra. Señor Presidente, dije, puede usted tener la completa seguridad que los que estamos aquí reunidos tenemos el sincero deseo de ayudarle en estos momentos tan difíciles para nuestro país […] A renglón seguido le dije también que los acuerdos con el Fondo Monetario son absolutamente necesarios en determinadas circunstancias y que no tuviera temor en acudir nuevamente a esa institución internacional, pues él estaba recién electo, comenzando un nuevo período y que este era el mejor momento para introducir medidas de ajuste y reformas sustanciales, que si bien tendrían algún costo político en el corto plazo, de seguro habría tiempo para cosechar una bonanza económica en el futuro», 40 años de economía dominicana , Santo Domingo, 2005, pp. 170-172.
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