Historia General del Pueblo Dominicano Tomo VI

Historia general del pueblo dominicano 473 La inminencia de un gran movimiento huelguístico se estaba tornando tan fuerte, que el propio presidente recurrió a reunirse con los organizadores de la huelga, al tiempo que los atacaba políticamente, aludiendo a fuerzas desconocidas que por detrás podrían estar manipulando los aprestos de huelga. Sus funcionarios jugaron el papel de orquestar la campaña contra los huelguistas, acusándolos de ser expresión de tendencias marxistas, del PRD, y de cualesquiera actores que estarían conspirando contra la «paz social». Las condiciones estaban, pues, maduras para una gran manifestación de protesta. Si se retoma el enfoque de la estructura de oportunidad política, se puede afirmar que en ese momento había un cuadro claro que favorecía la movilización: existía una alianza fáctica entre sectores diversos de clase —una parte del empresariado, sectores medios, sindicatos, sectores populares— si bien las razones por las cuales cada sector coincidía en apoyar explícita o implícitamente, activa o pasivamente la huelga, podrían ser distintas en cada caso. Ahí estaban su fuerza y su debilidad, pero lo que en el momento importaba era que tener un adversario bien definido motivaba una coinci- dencia circunstancial de intereses. Por otro lado, las élites políticas y econó- micas mostraban un cierto grado de disenso entre ellas. Incluso en el partido de gobierno, el Reformista Social Cristiano, el grupo liderado por Fernando Álvarez Bogaert, excandidato a la vicepresidencia, y quien sería en el futuro candidato a vicepresidente de la coalición Acuerdo de Santo Domingo, mani- festó que consideraba justas las demandas de los convocantes a la huelga. El sector empresarial estaba escindido entre un grupo de industriales articula- dos en la Asociación de Empresas Industriales de Herrera (Aeihe), inclinado a una visión más participativa de los actores en el desarrollo, lo que explica el interés que mostró en convocar foros de discusión de las políticas sociales, y el Consejo Nacional de Hombres de Empresa, que se caracterizaba por una visión más conservadora de la economía y la política. A pesar de las diferen- cias, ambos sectores convinieron en reconocer que al Gobierno le cabía mucha responsabilidad en las motivaciones del movimiento. La solidaridad del funcionariado con su presidente en el rechazo abso- luto a la huelga se constituía en una debilidad, por parte del Gobierno, en la medida en que tendía a proyectarlo como una instancia aislada de la sociedad. La posibilidad de represión siempre estuvo ahí como factor disuasivo, pero como a este, y sobre todo al presidente no le convenía despojarse del manto de democracia con el cual se había legitimado hasta ese momento, era razonable esperar que, de usar dicho recurso, se trataría por lo menos de evitar excesos. Los partidos políticos de oposición, aunque cautos, se cuidaron de no desautorizar y no atacar la huelgas. Su interés estaba centrado en dejar claro

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