Historia General del Pueblo Dominicano Tomo VI

470 Los diez años de gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, 1986-1996 (400 puntos); en adición, pues, el poder político impuso la medida de dife- renciar el salario del sector laboral privado y del público. Es difícil juzgar el nivel de éxito que tales medidas implicaron para el movimiento huelguístico. Pero lo que sí está claro es el sector sindical no operó tan unificadamente en esos momentos, y que no pareció tener una estrategia pensada para el período posthuelga. Más aún, aunque hubiera habido un plan posthuelga, no se pue- de asegurar que existiera un equilibrio de fuerzas al exterior de las organiza- ciones sindicales que favoreciera un nuevo llamado inmediato a la lucha. Con esto último se hace referencia a lo que sociólogos y politólogos estudiosos de los movimientos sociales y de la acción contenciosa (o contestataria) llaman «estructura de oportunidad política», es decir, aquellas condiciones que, más allá de cualquier consideración voluntarista de la acción social y política per- miten la acción y determinan su grado variable de éxito. 18 Faxas, cuyo texto ha servido para delinear el curso de los eventos, cita las conclusiones expresadas en un informe analítico de la huelga publicado por el Centro Dominicano de Estudios Educativos (Cedee) que son más contun- dentes aún: «Las centrales sindicales no tenían un plan de lucha aparte de la huelga, una estrategia que considerara lo que habría que hacerse después de la huelga. Esa circunstancia demostró, después de la huelga, la debilidad de los sindicatos, la cual permitió al Gobierno y a los empresarios imponer más fácilmente su plan de reajuste de los salarios». 19 En todo caso, la huelga fue una experiencia cargada de lecciones para retomar la acción en otro ciclo de protestas, como en efecto ocurrió en 1988, pero esta vez bajo un nuevo liderazgo, el de la Conferencia de Organizaciones Populares. Esta organización liderada por Virtudes Álvarez marcó, aunque brevemente, un desplazamiento del poder de movilización y de convocato- ria hacia los actores urbanos emergentes, que habían exigido formar parte del Diálogo Tripartito, pero no habían podido lograr su reconocimiento por parte ni del Gobierno ni de la Iglesia ni del empresariado. El cambio de la estructura de oportunidad política se operó por la insatisfacción creada por los resultados de la huelga del 28 de julio de 1987, que no tuvo efecto alguno de cara a la satisfacción de las demandas propias de los sectores no obreros y marginados, los cuales constituían la mayoría de la población moviliza- da y potencialmente movilizable frente las centrales sindicales que repre- sentaban apenas el 10 % de la fuerza de trabajo. Por otro lado, se observó un repliegue de la mayoría de las centrales sindicales, con excepción de la Central de Trabajadores Mayoritaria, vinculada al Partido de la Liberación Dominicana y encabezada por la dirigente Nélsida Marmolejos, debido a que vieron cada vez más sus opciones de política reducidas al diálogo

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